Tiene Sto. Tomás de Aquino (creo) un ejemplo muy interesante. Habla de que un galgo, cuando ve una liebre, se lanza a por ella por instinto, y no repara en los impedimentos que pueda encontrar, porque sabe que el bien que persigue merece la pena. No sé si a nosotros nos pasa, si existe alguna liebre que nos haga perseverar, que haga latir nuestro corazón, que sea nuestra esperanza...
Para mí es una persona, es Jesús, cuyo amor por mí me hace vivir. Pero no sólo por el rollito sentimental de "ay, cuánto me quiere, cómo no le voy a querer", sino que cuando se gasta ese rollito sentimental, Él mismo es el que pone en mí la fuerza de seguir siguiéndole. Y todo eso sin quitarme libertad, siempre ofreciéndose, nunca obligándome. Entregándose del todo, sin esperar siquiera un "gracias"... A Él sigo, por Él suspiro, por Él mi alma no descansará hasta que se encuentre en su presencia (empiezo con Sto. Tomás y acabo con S. Agustín, jajaja).
lunes, 20 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Amén. Gracias por compartir lo que vives, lo que Dios te da. Pronto nos veremos otra vez...
Abrazos y bendiciones.
Gracias. Gracias por contagiarnos ese deseo de luchar por estar cerca de Dios, de ser fuertes y tener ánimo. Dentro y fuera de este blog.
Un abrazo!
Una sincera y entrañable "declaración" de amor.
Y estoy de acuerdo contigo. Hay que alabar a Dios lo primero porque se lo merece y lo segundo porque le necesitamos.
Un saludo.
Publicar un comentario